LOS SUEÑOS DE MI PADRE POR BARAK OBAMALa historia de Los sueños de mi padre es la historia de las vidas –en plural– de Barack Obama. En primer lugar, es el relato de su vida real, la que vivió con su madre, su padrastro y sus abuelos maternos. En segundo lugar, es la historia de la vida imaginada por Obama, una vida paradójicamente marcada por la única

figura ausente en ella y, sin embargo, presente a lo largo de todo el libro: su padre biológico el keniano Barack Hussein Obama Sr. Como reza el subtítulo, la historia está concebida en torno a dos ejes básicos: la raza y la herencia, esto es, el sentirse de Obama como miembro de la raza negra con raíces africanas y su deseo por alcanzar un estatus de pertenencia a una comunidad, el interés por encajar su experiencia vital dentro de un todo que le dé sentido. Junto a estos dos temas centrales, la omnipresente figura paterna, la efigie borrosa de un padre de quien Obama se separó con apenas dos años, y con el que solo pudo reencontrarse fugazmente a los diez años, antes de que el mayor de los Obama muriese en un accidente de tráfico. Fuera de estas dos breves experiencias, Obama solo conoce un perfil de su progenitor, un retrato ambiguo construido a través de las historias contadas por su madre. Pero es esta imagen imprecisa la que según Obama ha guiado su vida, la que se convirtió en el modelo a seguir y la que ha inspirado sus sueños: “Durante toda mi vida había tenido una sola imagen de mi padre, una contra la que a veces me había rebelado pero nunca cuestionado, una imagen que más tarde intenté hacer mía. El brillante universitario, el amigo generoso, el líder ejemplar: todo lo que había sido mi padre. […] Y en la imagen de mi padre, el negro, el hijo de África, concentré todas las cualidades que quería para mí, las cualidades de Martin y Malcom, de Du Bois y Mandela” (p. 206). El relato lo estructura Obama en tres grandes partes o etapas: “Orígenes” (dedicada a la infancia y adolescencia), “Chicago” (dedicada a la juventud de Obama en esta gran ciudad) y finalmente “Kenia” (dedicada al viaje que emprende el joven Barack en busca de sus raíces africanas). Intercaladas entre la narración cronológica encontramos infinidad de anécdotas e historias que se entrelazan, multitud de personajes –se supone que todos reales, aunque con los nombres cambiados– que transcurren por las cuatrocientas páginas del libro. Ahí están los compañeros de colegio del pequeño Barack en Indonesia, sus amigos del instituto y la universidad en Hawai, los org

anizadores con los que colaboró en Chicago y, cómo no, su numerosa familia en Kenia. Si hubiera que destacar algo de cada etapa vital de Obama, una breve pincelada nos bastaría para abrir boca. En este sentido, la parte inicial del libro llama la atención por la frescura y la viveza del relato, por la extraordinaria naturalidad con la que Obama da cuenta de episodios delicados y comprometidos. Me refiero concretamente a la comentada anécdota en la que Obama nos cuenta sus experiencias de juventud con las drogas y el alcohol. Mientras que otros presidentes han tratado de distraer la atención o de matizar sus acciones (quien no recuerda cuando Bill Clinton dijo que fumó cannabis pero no inhaló el humo) haciendo ver que siempre se han comportado como ejemplos de corrección y virtud, que no hay ningún borrón en su historial, Obama se nos muestra al natural, contando episodios de juventud que otros hubieran censurado: “Lancé unos cuantos aros de humo mientras recordaba aquellos años. Los porros ayudaban, y el alcohol; también una rayita de coca cuando podías permitírtela. Pero nada de heroína, aunque Micky, el tío que me inició, según me pareció a mí estaba deseando probarla” (p. 88). Así de claro y contundente, así de cercano, con sus virtudes y sus defectos, como cualquier mortal que ha vivido una vida intensa.
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